viernes, 16 de noviembre de 2012

Los Juegos del Hambre: Prim

Hora de la autopromo, el primer capítulo de mi fanfiction de Los Juegos del Hambre.



1. Un mal sueño

- ¿Mamá? ¿Katniss?

Todo parece confuso. El abrasante sol del desierto me deja sedienta. Yo, sola, en medio de la nada, vagando sin rumbo, sin señales de presencia alguna, excepto los cactus y los esqueletos de animales que no lograron sobrevivir al lugar.

-¡Katniss! ¿Dónde estás?

Pero nadie responde. Sigo caminando hasta que lleguo una parte rocosa. Montañas. Cuevas. ¡Sombra! Me adentro en una pequeña cueva, que ofrecía frescura. La sed me quema la garganta.

Agua, necesito agua.

-¿Hay alguien aquí adentro? ¡Hola!

Pero sólo el eco responde.

Y entonces la cueva se desmorona sobre mi cabeza.


Mis ojos se abren de golpe, mi respiración se agita.

Nada es real, nada es real. Fue solo un sueño, me consuelo a mí misma.

Lo único evidente y bastante real es la sequedad de mi boca. Temblorosa, busco en la cocina un poco de agua, y ya refrescada mi garganta, me siento un poco mejor.

-¿Mamá?- susurro en la penumbra de la madrugada.

Y no necesito decirlo, ella sabe que tengo otra pesadilla, el miedo tiene firma y sello en mi voz. Katniss podrá pasar unas cuantas horas con la cama para ella sola. Mamá me abre campo en la suya y me permito acurrucarme entre sus brazos y sentirme segura, dejando fuera cualquier pesadilla. Y es que hoy no estoy disponible; debo dormir bien, pues mañana será un día importante: el día de La Cosecha.

-Ven aquí, Buttercup- llamo a mi gato. Él se recuesta sobre mis piernas a seguir dormitando, con esas orejas apachurradas suyas, sin dejar de estar alerta para cuidarme.

Desde que papá se fue yo despierto sofocada en medio de la noche, soñando serpientes que me devoran, fuegos que me consumen, cuevas que me aplastan y demás cosas horribles. Lo extraño. Cuando él estaba aquí me cantaba canciones y me arrullaba hasta que conciliaba el sueño nuevamente. Hoy en día es mucho pedir: bastante tengo con tener a mi madre respirando justo a lado mío. Y es que cuando lo perdí a él, también perdí la mitad de ella.

Si a alguien debo de agradecer el hecho de seguir viva y andando decentemente es a mi hermana, Katniss. Ella mantiene el fuego encendido en la chimenea y tres platos llenos en la mesa a diario. Ella engrasa nuestros engranes para que sigamos funcionando.

A veces siento una enorme aflicción por mi hermana: el tener que madurar de golpe y de una manera tan cruel no es nada sencillo. Sin embargo, ella supo encontrar una luz cuando más oscura estaba la noche, y también supo sacarnos a mi madre y a mí de las tinieblas. De no ser por ella y por Gale, hace mucho nos hubiéramos tirado al abandono.

Ahora la veo ahí, acostada sobre su espalda. Su respiración es regular, unos cuantos cabellos se extienden por su cara. La expresión de su rostro solo logra ser así de pacífica mientras duerme; por lo general ella mantiene un ceño fruncido permanente, una máscara anti-emociones. Tiene miedo de expresar lo que siente, y yo sé que siente dolor, yo sé que siente preocupación, por nosotras, por la caza, por Gale, por el 12, por Panem.

Intento buscar algún rasgo de aquella pequeña niña que con tan sólo doce años se vio de la noche a la mañana como el único sustento de su familia. Pero fracaso, no encuentro nada. Ante mí sólo tengo a una mujer fuerte, con un sentido de responsabilidad y supervivencia único, con un gran amor hacia su familia, que ha tenido que madurar debido a lo injusto de las circunstancias, cuya inocencia fue arrebatada y transformada en coraje para seguir adelante cada día que el sol sale por el este.

La amo enormemente, y no sabría qué hacer si ella llegase a salir elegida mañana en La Cosecha. Una vez al año, desde hace tres años, una opresión en mi pecho me impide estar en paz, hasta que termina el día de La Cosecha.

Y entonces recuerdo que ahora tengo una preocupación más. Esta será la primera vez que mi nombre entre a la urna. El primer año en que yo participe en el sorteo para los Juegos del Hambre. Esa masacre que nos obligan a presenciar cada año.

Katniss no me ha dejado coger ni una sola tesela, lo cual me disgustó; no puede cargar con todo ella sola. Así que, ¿qué es un papel entre tantos cientos? Un papel más, con otro nombre, otra familia, otra historia de las tantas que nadan en ese gran bowl. Las posibilidades están a mi favor. Ella decidió apuntarse todas las teselas. Por lo tanto, en esa urna habrá veinte papeletas con el nombre de Katniss Everdeen con letras grandes, claras y perfectamente entendibles.

La idea de que Katniss nos fuese arrebatada hace que se me achique el corazón. Y no es que piense que no puede sobrevivir; si hay una superviviente en Panem es ella y nadie más que ella. Pero los horrores a los que se tendría que enfrentar son demasiado. No lo merece.
Por un momento imagino si mi nombre saliera elegido. No sobreviviría ni cinco minutos en la contienda; probablemente tropezaría en algún lugar de la Cornucopia y alguien aprovecharía para quitarme del camino. No, yo no soy valiente, no soy grande, ni fuerte, ni resistente. No soy como Katniss.

Nunca me han mostrado lo que es orar. En un distrito donde a penas y se puede sobrevivir, las religiones quedan muy abajo en la lista de las prioridades. Pero tengo fe, y sé que cada vez que yo cierro mis ojos y platico en silencio, él me escucha atentamente, como yo solía hacerlo cuando narraba mi cuento favorito. Porque cuando le pido de todo corazón que nos siga cuidando desde donde esté y que nos mantenga juntas y unidas siempre, casi puedo sentir su cálida mano acariciando de nuevo mi cabello, y sus labios depositando un beso protector sobre mi frente. E, inmediatamente, ese calor que sólo él podía brindarme me invade nuevamente el cuerpo.

Intento dormir otro poco, abrazándome a la idea de que, si aún queda un poquito de justicia en este mundo, la vida no se atreverá a darnos otro golpe bajo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

No encuentro un nombre...

Suplicando una mirada, aunque sea por error.
Pidiendo a gritos un beso. ¿Dónde estoy? Sólo el eco responde.
Su adiós dejó vacío este planeta, muchos rincones yacen de nuevo sin luz.
No supo que sin él el sol ya no quema mi piel como antes,
No entendió que la lluvia pierde sentido sin su mano entrelazada a la mía.
Porque esa imagen no se borra, y no piensa marcharse.
Sus latidos aún resuenan por toda la habitación.
¿Qué hacer? Así estás mejor... Ahorrarás tantas lágrimas, tus heridas sanarán.
Una batalla campal dentro de mí: quién soy, quién debo ser.
¡No pretendo demasiado! Pero si tan sólo pudiera borrar tantos recuerdos,
Porque estoy aferrada más a ellos que a su ser.
Cantemos notas al azar, callemos el silencio que aturde más que el ruido.
De vuelta en su regazo yo no aprendo la moraleja.
Abrázame, querido, que sin ti me siento vacía de emociones.
Olvidemos todo, nada ha pasado aquí, quiero tu presencia que me abriga, y nada más.
La laguna de tus ojos ahonda este hueco y me ahoga...
Sin posibilidad y sin rescate.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

Naufragando


Cierro los ojos en busca de la paz que se me escondió en algún lugar aquí dentro, entre los intestinos, detrás del hígado, en un riñón, o quizá entre las fibras de mi desgastado cerebro. Alimenté mis miedos a diario, sin embargo mis sueños hoy mueren de inanición. El reflejo de mis ojos está tan vacío como antes, como siempre. Pienso en las cosas que debí haber hecho, y me cuestiono por qué no fue así. Aunque viva cien años, mi arrepentimiento no podrá redimir mis errores.

Podría cantar cada canción que me sé, pero ninguna logrará tocar lo más profundo de mí; soy un pozo sin fondo, y nada me llena. Soy una carcasa vacía, soy un invento a medio terminar. Un cristal roto, una fotografía velada, un zapato desgastado, un charco sucio. Tengo menos vida que un desierto, y menos planes que un condenado.

¿De qué sirve entonces? Envío tantas señales, porque necesito ayuda, y necesito salir de aquí. Quiero que me dejen de afectar las cosas a este grado. Volver a sentirme llena, tan llena, a punto de explotar.

Arrójame algo siquiera. Preferiría algo para asesinar que algo para asirme y prolongar la agonía. ¿Acaso me he quedado afónica? Les estoy gritando en la cara que a diferencia de lo que creen, no, no estoy bien. Que me sangra el costado y que necesito más remiendos para mi corazón, y otros ojos que no ardan tanto cada vez que lloro. Otras manos que me ayuden a tocar, a crear, a curar, a cuidar. Otro cielo que no truene y amenace con caérseme encima a cada rato.

Necesito otro lugar para instalar mis sueños de manera permanente; no importa que sea pequeño, prometo amarlo y hacer de él un hogar. ¿Es mucho pedir otra oportunidad para volver a creer que la vida merece la suficiente pena de luchar contra una corriente tan fuerte?

viernes, 2 de noviembre de 2012

Feliz Hanukkah

El martes pasado fue el concurso de altares de muerto anual, y debo aceptar que después del accidental éxito del año pasado, nuestras expectativas eran muy altas. Pero, oh desilusión, no ganamos ni el tercer lugar. Ahora sí que no puedo decir "el otro año será", pero nadie nos quita las risas y el relax que nos permitió olvidarnos un poquito de las preocupaciones de la escuela, sobre todo de ese examen de química del demonio.

No puedo resistirme a hablar de ese examen, creación del maligno... Que en realidad no estaba tan difícil, pero el estrés de estudiar dos horas antes y tener que memorizarte números de oxidación de todos los elementos de la tabla periódica y los radicales con todo y su número de oxidación NO ES DE DIOS. Y sí, acepto que en parte fue culpa mía por floja, pero cuando me dijeron que la fase de Ciencias Químico Biológicas no era tan sencilla, pensé que eran puros franciscos. Pero al final todo resultó benéfico, o al menos eso espero.

Pero bien, de eso no es lo que quiero hablar, o no principalmente. Estamos en una época del año donde se encuentran dos fechas de diferentes culturas: Halloween y Día de Muertos. Y aunque sólo la segunda es mexicana, pareciese como si México ya hubiera adoptado esta doctrina del Halloween como suya. No es el primer año que observo niños corriendo por la calle con ropas raras y cabello alborotado, con una canastita/calabacita/cubetita la noche del 31 de octubre. Y digo, no es que lo satanice y diga que es el peor pecado del universo, porque yo también he asistido a fiestas de disfraces. El punto es que cuando yo era pequeña jamás vi que celebraran Halloween aquí en el lugar donde vivo. Yo misma jamás celebré Halloween; la razón principal, soy de familia católica.

Y tampoco es que crea que sucederá lo de la película Halloween, y que se desatará una masacre, y que de las máscaras de los niños comenzarán a salir sapos y culebras al escuchar esa canción tan espantosa, sino que me doy cuenta de cómo los niños se entusiasman más pidiendo calaverita que yendo al panteón a visitar a sus difuntos. Me confieso culpable: a mí tampoco me agrada ir al panteón, pero no porque no me guste la tradición de recordar y homenajear a los que ya se fueron, sino porque soy demasiado especial como para que me guste asistir a un lugar lleno de gérmenes, bacterias, suciedad y otros peligros. Eso no significa que no me guste celebrar el Día de Muertos, porque si hay algo que me gusta es andar enfiestada organizando los altares, y no por el premio en efectivo (bueno, tal vez sí, un poquito) sino por conservar nuestras costumbres que datan desde tiempos prehispánicos, y por recordar con respeto y cariño a esas personas que se nos adelantaron y extrañamos tanto.

En fin, es inminente el hecho de que USA nos invade en cada aspecto posible (como siempre), y que Halloween ya se nos hibridizó... No sé si esa palabra existe ni por qué la utilicé, pero me agradó, jajaja.