viernes, 2 de noviembre de 2012

Feliz Hanukkah

El martes pasado fue el concurso de altares de muerto anual, y debo aceptar que después del accidental éxito del año pasado, nuestras expectativas eran muy altas. Pero, oh desilusión, no ganamos ni el tercer lugar. Ahora sí que no puedo decir "el otro año será", pero nadie nos quita las risas y el relax que nos permitió olvidarnos un poquito de las preocupaciones de la escuela, sobre todo de ese examen de química del demonio.

No puedo resistirme a hablar de ese examen, creación del maligno... Que en realidad no estaba tan difícil, pero el estrés de estudiar dos horas antes y tener que memorizarte números de oxidación de todos los elementos de la tabla periódica y los radicales con todo y su número de oxidación NO ES DE DIOS. Y sí, acepto que en parte fue culpa mía por floja, pero cuando me dijeron que la fase de Ciencias Químico Biológicas no era tan sencilla, pensé que eran puros franciscos. Pero al final todo resultó benéfico, o al menos eso espero.

Pero bien, de eso no es lo que quiero hablar, o no principalmente. Estamos en una época del año donde se encuentran dos fechas de diferentes culturas: Halloween y Día de Muertos. Y aunque sólo la segunda es mexicana, pareciese como si México ya hubiera adoptado esta doctrina del Halloween como suya. No es el primer año que observo niños corriendo por la calle con ropas raras y cabello alborotado, con una canastita/calabacita/cubetita la noche del 31 de octubre. Y digo, no es que lo satanice y diga que es el peor pecado del universo, porque yo también he asistido a fiestas de disfraces. El punto es que cuando yo era pequeña jamás vi que celebraran Halloween aquí en el lugar donde vivo. Yo misma jamás celebré Halloween; la razón principal, soy de familia católica.

Y tampoco es que crea que sucederá lo de la película Halloween, y que se desatará una masacre, y que de las máscaras de los niños comenzarán a salir sapos y culebras al escuchar esa canción tan espantosa, sino que me doy cuenta de cómo los niños se entusiasman más pidiendo calaverita que yendo al panteón a visitar a sus difuntos. Me confieso culpable: a mí tampoco me agrada ir al panteón, pero no porque no me guste la tradición de recordar y homenajear a los que ya se fueron, sino porque soy demasiado especial como para que me guste asistir a un lugar lleno de gérmenes, bacterias, suciedad y otros peligros. Eso no significa que no me guste celebrar el Día de Muertos, porque si hay algo que me gusta es andar enfiestada organizando los altares, y no por el premio en efectivo (bueno, tal vez sí, un poquito) sino por conservar nuestras costumbres que datan desde tiempos prehispánicos, y por recordar con respeto y cariño a esas personas que se nos adelantaron y extrañamos tanto.

En fin, es inminente el hecho de que USA nos invade en cada aspecto posible (como siempre), y que Halloween ya se nos hibridizó... No sé si esa palabra existe ni por qué la utilicé, pero me agradó, jajaja.


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