jueves, 14 de febrero de 2013

El mundo se está pudriendo... ¡Feliz San Valentín!

De lo que quiero escribir no tiene ninguna relación con que hoy sea día de San Valentín, el amor, la amistad y cosas por el estilo. Aunque, pensándolo bien, estas fechas quedan de maravilla para hablar de estos problemas (?) que proliferan entre mi círculo social.

Primero, volviendo de vacaciones, todo mundo se casó. Sí, los matrimonios y los embarazos se pusieron de moda. Desde la que no se había casado antes sólo porque Dios es muy grande, hasta la más seria y calmada de la que nadie nunca esperaría que saliera con su domingo siete.

Y ahora, al parecer, lo último y lo más novedoso es el pasarse el novio entre el grupito de amigas. Aunque no precisamente con el consentimiento de la otra. Ahora sí que ¿¡¿¡O SEA, QUÉ PEDO?!?!

¡Qué cochinada de personas! Ya no saben lo que es amistad, no entienden el sentido de fidelidad. No tienen sentimientos. Les importa un carajo lo que suceda con el otro. No, la verdad ya no sé ni qué pensar. Me inquieta que existan personas tan hijas de p*ta. Como diría mi abuela, son unos guacapores. Simplemente no me cabe en la cabeza y no termino de entender que les pasa por la mente cuando hacen eso. Para mí es el más grande acto de cobardía, en el cual pierdes parte de la dignidad y del respeto hacia sí mismo.

No es coincidencia que las personas que están más metidas en los royos de las iglesias siempre resultan envueltas en este tipo de... situaciones. Y no es por criticar las religiones, porque es comprensible que estén ahí: son las que más necesitan a Dios dentro de su corazón.

Tampoco digo que las persona que no acudamos con tanta frecuencia o devoción/pasión/fanatismo no lo necesitemos; incluso me siento un poco egocéntrica al ver toda esta situación desde afuera, como si no fuera parte de ella, o como si fuera diferente. Yo nunca he querido tirármela de diferente, ni darme aires de superior, pero no consiento estar dentro de ese grupo de personas. A mí me interesan los sentimientos de los demás. Pienso en los demás antes que en mí misma. Y me aterra, me aterra tener que cambiar y convertirme en una persona así para poder encajar afuera. 

Y entre tanta bazofia y decadencia moral, nos damos el lujo de festejar un día que sólo sirve para dar rienda suelta al consumismo (acabo de sonar como una Grinch de San Valentín). Afortunadamente yo tendré el privilegio de celebrar amistades verdaderas, que han durado a través de los años, y que al contrario de resquebrajarse se han vuelto más resistentes. Y a dormir que mañana me espera la Orquesta Sinfónica de Sinaloa en un hermoso concierto en mi escuela. El 14 de febrero no podría comenzar de una mejor manera.

Siendo así... ¡Au revoir!



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